sábado, 2 de noviembre de 2013

un primero de noviembre en el Père Lachaise.


Nueve grados de temperatura no podían impedirme cumplir con la visita apropiada para el día de ayer: ir al cementerio Père-Lachaise. En realidad, no creo que exista un único día para ir a este maravilloso cementerio patrimonial, sin embargo, el clima melancólico de la mañana, así como el que fuera primero de noviembre, día de todos los santos, me convencieron de salir a conocerlo. De paso, siempre es bueno recordar a los que ya no están y recordar lo frágiles que somos, lo efímero de nuestras vidas, a pesar de que siempre estamos luchando por hacer de ellas, un viaje interminable y emocionante.
 
No pretendo hacer de este post, una exposición sobre la historia del campo santo más famoso de París, para eso, hay muchos datos en el internet  y en los libros. Hoy en día, es el cementerio intramuros más grande la ciudad y donde están las tumbas de muchas personas famosas como Edith Piaf, el genial Modigliani (ambos con tumbas modestas y sobrias), o aquella de Oscar Wilde. No está de más decir que también es el lugar que alberga los restos del pintor piurano Ignacio Merino, aunque en este post, lamento decirles, que no pude ubicar aún su tumba. Lo cierto es que esta verdadera ciudad de muertos amerita interminables visitas.

 
 
Pero también, el Père Lachaise es un lugar para reflexionar, acercarse a la historia contemporánea de Europa y, porqué no, conmoverse. Aquí, una serie de monumentos conmemorativos a los combatientes y a las personas fallecidas en los campos de concentración del régimen nazi, nos interpelan a pensar sobre la necesidad de la tolerancia cultural para la cohabitación pacífica.


 


 
 





















Pero también, este cementerio es un lugar de arte, donde podremos encontrar desde tumbas de reminiscencia egipcia, pasando por las neoclásicas, las art nouveau hasta aquellas que presentan un estilo más inscrito en el  arte contemporáneo. Un verdadero museo al aire libre donde el arte funerario se exhibe como en una gliptoteca interminable, donde los héroes, ángeles, personajes salidos de una fotografía como si estuvieran en una escena cotidiana, dolientes, hasta pietá, se suceden.
 







 















 





 




 


 




 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sin embargo, dos reflexiones -si se quieren, patrimoniales-, con relación a la preservación de estas obras, surgen inevitablemente de una visita:
 
- ¿Cómo atender la preservación de las esculturas -y de las tumbas en general- cuando la familia se extingue? En un lugar lluvioso, además, el musgo hace su propio trabajo sobre la piedra y la invisibilización del monumento funerario. Se torna imposible - por lo costoso y enorme de la empresa- que la municipalidad o el Estado pueda encargarse de la conservación de todas las tumbas allí albergadas.
 
 
  
 
- ¿Cómo proteger las tumbas de los personajes famosos, aquellos que todos los turistas -incluida yo- vamos a buscar cuando realizamos una visita? El gran problema es que el visitante, movido por la emoción, a veces negativa, vandaliza los monumentos funerarios. Un caso interesante es el de la tumba de Oscar Wilde. Su mausoleo, de gusto modernista e inspiración oriental, procedente de inicios del siglo XX, actualmente ha sido limpiado y está protegido por un vidrio que impide acceder directamente al mismo. Tumba declarada patrimonio histórico en los años 80´s, sufrió todo tipo de agresiones: desde los besos dejados por sus admiradoras, estampados en la piedra con los más encendidos lápices labiales, hasta la mutilación de los genitales de la escultura por considerarse indecoroso. Aquí me surge una pregunta, ¿cuántos de los maravillosos mausoleos del cementerio Presbítero Maestro contarán con el título de bien patrimonial -más allá de la mera presunción de su valor histórico-artístico-? ¿y los de otros cementerios como el de Trujillo o el de Piura mismo? Ojalá alguien pueda instruirme al respecto. Lo que queda claro es que es imposible, de todos modos, proteger todos y cada uno de los monumentos funerarios y que queda a la decisión de las comisiones científicas pertinentes -como aquí en Francia, papel cumplido por diversas comisiones encargadas de los monumentos históricos a nivel regional y nacional-, la selección de los mausoleos y tumbas que deben ser declaradas como tales y, por ende, protegidas con todo lo que ello implica. El problema subyacente, no obstante, siempre será el tema presupuestario para su conservación y/o restauración en muchos casos y puesta en valor.
 



Para una próxima entrada, les hablaré del columbarium y de las muchas placas recordatorias, emplazadas como una enorme biblioteca, como me dijo una amiga, de personas célebres que se encuentran en dicho lugar, entre ellas, la genial María Callas.

 



Así, en un día lluvioso, recorrí el Père-Lachaise. No solo fue un momento para apreciar arte y recordar a personajes de los que hemos leído o escuchado; sino también para elevar una pequeña plegaria por los que no están más, sobre todo por los seres queridos que, sin embargo, siempre están conmigo.
 
Nada fue mejor, al final del recorrido, para calentar un poco el alma y recobrar ánimos, que un café vienois en el Café de Deux Moulins (el de Amélie). Espero que disfruten del post.

  
 


 

 
 

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