domingo, 8 de diciembre de 2013

No soy solo violencia: América Latina en la Fondation Cartier para el arte contemporáneo.


Hoy me pregunté ¿qué es Latinoamérica? Y me di cuenta que no es solo violencia.

Latinoamérica es un gran espacio geográfico, rico y fabuloso. Lleno de historia, tradición, mitos y verdades históricas. Es un lugar variopinto, pluricultural y en donde sus identidades siguen en continua redefinición. Es la que se construyó de a pocos en un territorio universal, complejo, rugiente. Es la que tuvo sus propios procesos civilizatorios y la que se incorporó en la historia occidental, en ese primer proceso de globalización del que habla Gruzinski.

América Latina, esa de donde vengo, es aquella que es sobreviviente del colonialismo, del cruce de culturas, de los proyectos políticos inagotables, de las dictaduras y los procesos democráticos. Pero también es un espacio que sigue trabajando en la construcción de su propia visión y proyección en el mundo. En ese sentido, por las venas de América Latina corre arte –en infinitas formas y expresiones-, lenguas, colores, vida y esperanza. Allá en América Latina, lo último que perdemos, es la esperanza. Nosotros somos, problema y posibilidad como decía Basadre para el caso de la historia republicana peruana.


Entonces, ver una exposición como la de la Fondation Cartier para el Arte Contemporáneo, no me gusta. Suena a una lógica pueril, pero no es así. La muestra llamada “América Latina. Photographies. 1960-2013” muestra una América Latina violenta desde la imagen de su cartel promocional. 


Al interior de las áreas habilitadas para dicha exposición, uno recorre los espacios superiores en desorden. No sé si ello fue voluntariamente buscado –como parte de la llamada libertad expositiva-; o, intenta ser una metáfora de la manera tourmentée en que muchos procesos políticos se han vivido en ese lado del mundo. Es cierto que las obras presentadas, generalmente, poseen una esencia crítica y comprometida; pero, en la exposición, no aparecen bien contextualizadas, de manera que no se permite una lectura coherente, ligada a su contexto de producción, como en el caso de la obra Evaporados (1994) de Eduardo Villanes. Tal vez, si la exposición llevara un subtítulo que explicitara que las obras escogidas son únicamente de arte político y/o comprometido, uno estaría preparado para encontrar solo una sección de la producción artística de esa parte del mundo, como me comentaba una amiga francesa con la que visité la muestra.

Visitando las salas, nos enfrentamos a fotos que hablaban de desaparecidas, de muertes y muchas más muertes, de desnutrición, pobreza y atraso. Y nos sentimos chocadas. De hecho, surgieron varias reflexiones en ese transitar irritado. Una de ellas fue ¿por qué presentar una exposición de ese tipo, en París, en un momento en que América Latina vive un proceso de cierta estabilidad? ¿Qué vehiculización hay detrás? ¿Qué visión se trasmite, entonces, a los visitantes –en su mayoría franceses- sobre América Latina? ¿Es acaso un sitio invivible?


                En la muestra, pude ver algunas obras de artistas peruanos (de hecho en la parte donde se consigna la presentación de un documental, se explica que este fue realizado pasando “de Buenos Aires a México, pasando por Caracas, la Habana e incluso Lima”… claro Lima recién viene a ser considerada en el circuito internacional del arte contemporáneo…). Entre ellas vi Evaporados, pero también obras de Milagros de la Torre y unas maravillosas imágenes que transmiten una noción fuerte de nostalgia, de Bill Caro. El Neo Museo Inka de Susana Torres fue el que nos arrancó una sonrisa de ternura entre tanta desolación expuesta.

Pienso que el proceso de definición de nuestras identidades –esta no es única y homogénea en Latinoamérica- es un proceso convulsionado per se y que se enraíza en los procesos de colonización que hemos vivido y de los que también nos hemos nutrido. No obstante ello, no podemos seguir exportando una idea de América Latina basada en lo negativo, en lo paupérrimo o en lo kitsch, como si fuera una característica excluyente de los lugares periféricos. Tampoco debemos solo ser presentados como el souvenir exótico de esa parte del mundo que sigue siendo “mágica”. Es decir, ¿por qué se nos debe seguir mirando con esa visión del “otro”, pero del otro que ha sido construido por el occidental? América Latina debe ser vista y entendida con una mirada horizontal, respetando, en esa comprensión, sus propias esencias, pero no presentándola “en sociedad” como un espacio carcomido. Su convulsión –en todas las sociedades existe un nivel mayor o menor de esta-, sin embargo, puede generar imágenes, también, sublimes. 

Aquí el documental producido por la fundación, que acompaña la muestra. Espero sus comentarios.
http://youtu.be/OK1vljrx-qU