viernes, 7 de febrero de 2014

Romanticismo de museo: el Museo del Romanticismo (Madrid)

 Aprovechando mis provechosos días madrileños, hoy día decidí engreírme y pensé ¡qué mejor idea que ir a un museo que me haga soñar! –y no es que no suela pasarme eso en cada visita-, pero este sí que fue un grato viaje hacia el mundo del Romanticismo español.

 
El Museo del Romanticismo de Madrid se ubica muy cerca del metro Tribunal y forma parte del grupo de museos de titularidad pública del Estado. Me había hablado de él –me había dicho que estaba “bastante bien” mi querida amiga Yanoa, así que aprovecho este post para decirle que tenía absoluta razón-. 

Dividido en varias salas en la segunda planta de una vivienda de fines del siglo XVIII, resulta verdaderamente didáctico. Sus salas nos trasportan a la vida cotidiana de la aristocracia española del siglo XIX, remitiéndonos a los días infantiles, a los espacios masculinos y femeninos y a los tópicos mentales de la época. La visión de la mujer y su evolución paulatina, aunque lenta, también se hacen palpables, a través de los lienzos colocados, en juego dicotómico con el varón, en la Sala de Baile; pero también en los espacios consagrados al escritor y a la escritora.



Cada espacio es una invitación a una idea circulante en el Romanticismo, como ser  la mirada hacia el pasado y las costumbres locales (en las salas sobre las costumbres andaluzas, madrileñas…).





Una de las salas más fascinantes es la denominada “fumoir”, pequeño espacio donde los varones se reunían a descansar y discutir algunas ideas consideradas propias a “ellos”. La decoración de este espacio es de una fascinación orientalista, debido al interés decimonónico por el exotismo.






Sala de juegos


Museográficamente, cada sala goza de una personalidad propia, la cual se logra gracias a colores que la particularizan y que van a tono con el mobiliario presentado. Una cierta puesta en escena se evidencia en cada espacio, sobretodo en los espacios privados, es decir, en los dormitorios de varón y mujer, donde incluso se ha colocado prendas sobre la cama, como al descuido, para dar una idea de espacio habitado. 

 Los soportes, las vitrinas, todo ello ha sido cuidadosamente pensado para evitar interferir con la visibilidad de los objetos.




 La última parte del recorrido propuesto por el museo, presenta una serie de recursos complementarios de la visita, a través de imágenes postales de Madrid, recursos interactivos con espacios dotados de computadoras donde el visitante puede obtener información complementaria y, los niños y los grandes –como yo-, podemos jugar con los juegos –valga la redundancia-, propuestos.


El naufragio (2008) Obra de Mateo Maté.
La oferta de actividades propuestas incluye, como ya es común en otros museos, el destacar la pieza del mes y la inclusión, discreta y a la vez frappante de piezas que forman parte de una exposición de arte contemporáneo, como en este caso es la obra de 



Finalmente, una teatrina donde la maqueta se conjuga con la tecnología digital, permite, literalmente, atisbar escenas del pasado a través de ventanas actuales.


Y como no podía ser de otra forma, para completar este recorrido romántico y evocativo, terminé el pasaje en Valor, una de las chocolaterías más tradicionales de Madrid, con unas ricas porras con chocolate… ¿puede haber algo más dulce que eso? Que lo disfruten!





Links:
Pequeños recorridos virtuales por el museo

y

para conocer a profundidad la colección, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España propone el portal CERES (Colecciones en Red):


Finalmente, para seguir en este viaje de los sentidos, les dejo un vídeo de buen rock en español:

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