viernes, 2 de enero de 2015

La casa-museo ("virtual") "Mario Vargas Llosa" (Arequipa, en el sur del Perú)











Después de las fiestas y de muchas lunas sin escribir, me vinieron ganas de poner al día este blog. Y qué mejor que contándoles sobre un museo que tenía pendiente de descubrir, al sur del Perú: la casa-museo "Mario Vargas Llosa", en la siempre encantadora Arequipa.








Mi deseo venía dado por dos razones: la primera, por la emoción y el  magnetismo que siempre han generado en mí, las obras de este escritor, desde que lo descubrí con la lectura de "La ciudad y los perros", allá en mis años escolares. La segunda, por ser considerado este "un museo virtual" y ya haberme confrontado a este tipo de propuestas, con el Museo Metropolitano de Lima; por lo que mi ánimo iba, también, por el lado de sacar mis propias conclusiones sobre esta segundo trabajo museográfico de Iguana producciones. 

Primera sala del museo.

Ubicado a escasas cuadras de la plaza de Armas de la ciudad blanca (Av. Parra 101), se halla la casa en que viviera algunos años, nuestro nobel. Debo señalar que no todo el mundo supo darme una información clara de cómo llegar (algunos lo confundían con la Biblioteca Vargas Llosa, en pleno centro histórico), pero finalmente llegamos. 





La visita fue dirigida por un guía que nos dio gran cantidad de información sobre el escritor, sus obras y los personajes que forman parte fundamental de su vida y han inspirado, indudablemente, sus escritos; así como también sobre las diferentes facetas del humanista, incluida la política.







Dispositivo expográfico que permitía visualizar el momento del alumbramiento de Vargas Llosa.



Lastimosamente, cuando llegamos, los equipos digitales no estaban funcionando y solo encontramos a dos personas más, también deseosas de "entrar" en el universo de Vargas Llosa. Sin embargo, la visita se podía realizar con mucha facilidad y la emoción de la confrontación con la historia del escritor y sus novelas, se generaba sin problema (claro está, con ayuda del guía, porque si no se complicaba un poco el asunto, he ahí la importancia, unas veces más que otras, de la mediación cultural en la sala de exposición). Digo esto porque muchas veces se cree que básicamente se tiene que apelar a lo tecnológico para producir lo emotivo o lo afectivo en el visitante, cosa que puede lograrse con la sola relación con el objeto original [vraie chose, real thing], que -a diferencia del Museo Metropolitano de Lima- en esta casa-museo, sí encontramos (de acuerdo a la información que nos brindó el guía), como son: los diplomas y manuscritos originales, la primera máquina de escribir que su abuelo le regalara al nobel, las primeras ediciones de sus libros... La presencia de estos objetos, pensamos, por otra parte, generan un clima más claro de museo (desde una mirada más "primera" de la institución museal).











Máquina de escribir que habría regalado el abuelo de Vargas Llosa, al escritor, en sus primeros años.
Ediciones de sus obras en otros idiomas.





Por otro lado, nos queda aún duda de la pertinencia del nombre de "museo virtual". Si vamos a los Conceptos claves de Museología de André Desvallées y Francois Maraise, lo correcto sería hablar de un museo cibernético para aquellos que se alojan en la web (lo cual nos aleja de la idea de que un museo debe poseer objetos reales o musealias). Y añaden que muchas veces se utiliza ese término, para hacerse referencia a los cíber museos, siendo, por ende, incorrecto ya que un "museo virtual" es el que está en posibilidad (o en "potencia") de existir, pero que no es aún una realidad. Por ende, el hecho de hacer uso de toda la tecnología posible para hacer más "divertido" o más espectacular un museo, no lo convierte en un "museo virtual o cíber museo". Esto es solo parte de la modernización de los dispositivos museográficos que muchas instituciones de este tipo, emplean por todo el mundo.

Fuera de esta pequeña reflexión sobre su denominación, realmente nos resultó penoso no verlo pleno visitantes, de todas las edades y procedencias. ¡Cuánta potencialidad tienen los museos a través de las actividades educativas y culturales para acercarnos a la cultura y, en este caso, a la literatura, mucho más siendo uno de las pocas casas-museos dedicados a nuestros literatos (a parte de la fabulosa Casa de la Literatura Peruana y sus geniales actividades y exposiciones) y siendo necesario incrementar nuestra avidez por la lectura! 

Me quedé con tristeza, por otra parte, de no poder adquirir algún souvenir, pero salí renovada, con ganas de seguir descubriendo los fascinantes mundos a los que nos lleva el nobel en su literatura, sus recreaciones de la  historia nacional, las reflexiones sobre nuestra realidad y las enseñanzas que la vida de todo hombre apasionado por su vocación, así como su tránsito vital, nos dejan.

En el "universo" Vargas Llosa (o en parte de su recreación)

jueves, 2 de octubre de 2014

paseando por Piura: comprometámonos con el patrimonio material de nuestra ciudad


"[...]  uno termina por no percibir del objeto cercano
más que ciertos puntos de referencia.
Así como al cabo de habitar varios años en una ciudad
no vemos ya las plazas, las avenidas, los monumentos,
sino cuando el azar o la obligación nos lo proponen
(Ah, pero aquí había árboles, oh, fíjate qué hermoso portal, etc.) [...]"
(Fragmento de Prosas apátridas. Julio Ramón Ribeyro.

-y quizás alguien tiene que recordárnoslo para reverlos-


La paria ha vuelto a su terruño y se ha dado una vuelta por las calles de Piura. No importaba el sol radiante e inclemente, lo único que con un pequeño grupo de alumnos, quería, era volver a visitar sus entrañables esculturas piuranas. 

Una de las esculturas emblemáticas de Piura (y la más antigua), sin ningún tipo de limpieza.


La visita estuvo colmada de exclamaciones de sorpresa, pero también de decepción. Una tras otra. Luego de casi un año, volver y encontrar que sigue muriendo de pie el patrimonio monumental de la ciudad, no resulta fácil. Es triste constatar que aunque se ha señalado el tema, en prensa, en varias ocasiones, la realidad demuestra que, así como se sigue acumulando el polvo del desierto sobre las esculturas y las hojas diminutas de los algarrobos, también va en aumento el doloroso desinterés de todos los concernidos.

Entonces, encontrándose cerca las elecciones locales y regionales, la paria quiso retomar su blog y dejar un pequeño testimonio gráfico del estado actual de conservación de algunas piezas emblemáticas de nuestra ciudad. Ojalá podamos cambiar esta realidad. Hay que partir de la reflexión sobre el valor del patrimonio (monumental o inmaterial, cultural o natural) en la vida de una comunidad y cómo este, en lugar de ser un mero gasto en el presupuesto, puede convertirse en un vehículo dinamizador del desarrollo social.


 





















Monumento a Francisco Pizarro.
Regalo de la colonia española a Piura por
el centenario de la Independencia. 
Inaugurado el 12 de octubre de 1925. 
Véase que a alguna persona se le ocurrió la genial idea de agregar el nombre que se le dio al espacio público donde se encuentra, al monumento (Plaza "Tres culturas", desde 1982).Mírese también el estado del pedestal original de mármol.



A algunos visitantes les pareció una buena idea, "re decorar" el monumento, agregándole tachuelas doradas a uno de los escudos que forman parte del conjunto escultórico.




Placa conmemorativa en el monumento a la libertad. Plaza de Armas de Piura.Las deyecciones de las aves pueden ser fortuitas. De todos modos, vale la pena la limpieza continúa que forma parte de la conservación preventiva de todo bien patrimonial.


martes, 18 de febrero de 2014

Detalles y construcción de significados. El museo Sorolla

Martes 18 de febrero de 2014. Tres y treinta de la tarde. Una suave y poética luz cae sobre Madrid, sobre todo en ese pedazo de recodo del tiempo: la casa museo del pintor Joaquín Sorolla Bastida.
El museo Sorolla, museo de titularidad estatal, es un imperdible en Madrid. Debo agradecer el consejo a José Cerna, pues no solo es un espacio para dejarse maravillar por la pincelada de este artista, maestro del luminismo español, sino para perderse y reposar en sus jardincitos de ensueño.

Yo no deseo, en este post, contarles aspectos sobre la museografía del lugar o cuestiones históricas. Hoy solo quiero compartir esa sensación tan fascinante que sentí frente a las obras, mirando cada detalle, cada pincelada; cada mirada de los personajes, cada escena familiar, todo lo cual me permitió crear mis propios significados de cada obra vista. ¡Que disfruten de esta selección de detalles! y... si les queda ganas, díganme qué sensaciones, evocaciones o ideas les deja cada retazo de obra...[y si desean conocer más sobre el museo, aquí les dejo el link: http://museosorolla.mcu.es/index.html]


















viernes, 7 de febrero de 2014

Romanticismo de museo: el Museo del Romanticismo (Madrid)

 Aprovechando mis provechosos días madrileños, hoy día decidí engreírme y pensé ¡qué mejor idea que ir a un museo que me haga soñar! –y no es que no suela pasarme eso en cada visita-, pero este sí que fue un grato viaje hacia el mundo del Romanticismo español.

 
El Museo del Romanticismo de Madrid se ubica muy cerca del metro Tribunal y forma parte del grupo de museos de titularidad pública del Estado. Me había hablado de él –me había dicho que estaba “bastante bien” mi querida amiga Yanoa, así que aprovecho este post para decirle que tenía absoluta razón-. 

Dividido en varias salas en la segunda planta de una vivienda de fines del siglo XVIII, resulta verdaderamente didáctico. Sus salas nos trasportan a la vida cotidiana de la aristocracia española del siglo XIX, remitiéndonos a los días infantiles, a los espacios masculinos y femeninos y a los tópicos mentales de la época. La visión de la mujer y su evolución paulatina, aunque lenta, también se hacen palpables, a través de los lienzos colocados, en juego dicotómico con el varón, en la Sala de Baile; pero también en los espacios consagrados al escritor y a la escritora.



Cada espacio es una invitación a una idea circulante en el Romanticismo, como ser  la mirada hacia el pasado y las costumbres locales (en las salas sobre las costumbres andaluzas, madrileñas…).





Una de las salas más fascinantes es la denominada “fumoir”, pequeño espacio donde los varones se reunían a descansar y discutir algunas ideas consideradas propias a “ellos”. La decoración de este espacio es de una fascinación orientalista, debido al interés decimonónico por el exotismo.






Sala de juegos


Museográficamente, cada sala goza de una personalidad propia, la cual se logra gracias a colores que la particularizan y que van a tono con el mobiliario presentado. Una cierta puesta en escena se evidencia en cada espacio, sobretodo en los espacios privados, es decir, en los dormitorios de varón y mujer, donde incluso se ha colocado prendas sobre la cama, como al descuido, para dar una idea de espacio habitado. 

 Los soportes, las vitrinas, todo ello ha sido cuidadosamente pensado para evitar interferir con la visibilidad de los objetos.




 La última parte del recorrido propuesto por el museo, presenta una serie de recursos complementarios de la visita, a través de imágenes postales de Madrid, recursos interactivos con espacios dotados de computadoras donde el visitante puede obtener información complementaria y, los niños y los grandes –como yo-, podemos jugar con los juegos –valga la redundancia-, propuestos.


El naufragio (2008) Obra de Mateo Maté.
La oferta de actividades propuestas incluye, como ya es común en otros museos, el destacar la pieza del mes y la inclusión, discreta y a la vez frappante de piezas que forman parte de una exposición de arte contemporáneo, como en este caso es la obra de 



Finalmente, una teatrina donde la maqueta se conjuga con la tecnología digital, permite, literalmente, atisbar escenas del pasado a través de ventanas actuales.


Y como no podía ser de otra forma, para completar este recorrido romántico y evocativo, terminé el pasaje en Valor, una de las chocolaterías más tradicionales de Madrid, con unas ricas porras con chocolate… ¿puede haber algo más dulce que eso? Que lo disfruten!





Links:
Pequeños recorridos virtuales por el museo

y

para conocer a profundidad la colección, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España propone el portal CERES (Colecciones en Red):


Finalmente, para seguir en este viaje de los sentidos, les dejo un vídeo de buen rock en español:

lunes, 20 de enero de 2014

El arte urbano expuesto en galerías y museos ¿una contradicción?

En 1977, Jean Larcher, tras un viaje a los Estados Unidos donde quedó impactado por la efervescencia del arte urbano,  publica un artículo en el que una frase resalta, pues contiene la esencia misma de este tipo de manifestación artística: "[es una manera de] dejar el arte, y la pintura en particular, con el rostro descubierto, [de] democratizar de alguna manera "la cosa a ver", en un lugar público, allí donde el museo tradicional y la galería no podrán ser un obstáculo para el público no especializado [...]". Sin embargo, desde 1975 -casi al día siguiente del "nacimiento" de esta manifestación artística-, este comienza a ser expuesto en galerías y museos, debutando con la exposición "United Graffiti Artist", realizada en el Artist Space de New York. 

Así, desde hace varios años, el arte urbano ha conocido un reconocimiento por varias instituciones oficiales. No obstante, a pesar de esta situación que nosotros podríamos considerar positiva, el hecho de ser expuesto en galerías de arte y museos sigue incomodando a diferentes públicos, generando, además, una división en el seno mismo de la comunidad de artistas urbanos ya que, este hecho, cuestiona el corazón mismo del arte urbano, es decir, el hecho de ser un arte hecho en la calle y para un gran público. Entonces, la pregunta que surge es si es posible considerar el street art expuesto dentro del circuito oficial del arte, como tal. O, dicho de otro modo, el street art expuesto en museos y galerías ¿no constituye una desnaturalización del mismo?

A fines de los años 60, en los barrios más olvidados económica y socialmente de los Estados Unidos -particularmente en la periferia de New York-, un grupo de jóvenes comienza a taguear sus nombres y/o seudónimos sobre los muros de la ciudad, así como sobre los vagones de los trenes. Era una manera de hacerse visibles frente a una sociedad que los excluía. No obstante, los tags no son una invención reciente. De hecho podemos encontrar vestigios de ellos desde la Antigüedad y el Medioevo, como ya lo ha explicado Pierre Olivier Dittmar en su obra colectiva "Imagen y transgresión en el Medioevo" (2008). El tag sirvió, pues, para transmitir sus más diversos reclamos, como también una identidad, no solo individual, sino colectiva o comunitaria. Pero si esta práctica la podemos rastrear desde  hace varios siglos, la denominación street art es, por el contrario, una invención de hace poco más de una veintena de años. Surgida en los años 90, es considerada por algunos historiadores de arte como una manera de "oficializar" el arte urbano e, incluso, de "disimular" sus orígenes marginales. De hecho, algunos hablan de un "post graffitti" para diferenciar el producido y/o presentado en galerías y museos, del hecho en las calles. Otros, por su parte, emplean esa denominación para agrupar las diferentes y variadas técnicas que seguido al inicial graffitti, tales como el pochoir, el sticker y el afiche.




Pero, incluso si hoy no resulta extraño ver integrado el street art en el panorama visual de la ciudad –es el caso del artista Invader cuyo arte se encuentra en los muros de París, incluidos los de los barrios más burgueses y de sus galerías-, el hecho de su incorporación en el circuito museístico sigue siendo contradicho por los más ortodoxos.

Hay que recordar que luego del reconocimiento de la obra de Jean-Michel Basquiat, los museos buscan organizar grandes exposiciones consagradas a este tipo de manifestación artística. De hecho, entre julio de 2009 y enero de 2010, la Fondation Cartier pour l´art contemporain (París), presentó la exposición “Nacido en la calle- Graffitti”; mientras que, en Estados Unidos, el MOCA (Museum of Contemporany Art de Los Ángeles), exhibía, en el 2011, la exposición “Arts in the Streets”, consirada la primera mayor retrospectiva sobre el arte urbano, realizada en este país. Sin ir muy lejos, en nuestro país, en Lima, el año 2013 transcurre con dos importantes festivales internacionales como “Latidoamericano” y “Nosotras estamos en la calle”, así como con muestras en galerías del circuito.


No obstante todo este reconocimiento como manifestación artística, algunos artistas -como también una parte del público general-, rechazan su entrada en el museo. De hecho, muchas personas rechazan categorizarlo como “arte”, considerándolo más bien como un tipo de delito a castigar, pues se centran en su posibilidad –real- de vandalización de la propiedad privada. De otra parte, se piensa que presentarlo en museos va contra la misma “seriedad” y formalidad de esta institución. Este es el caso de la visión tradicional del museo, como un lugar de exposición de un solo tipo de belleza (la académica) y no como un espacio de diálogo, donde los problemas y manifestaciones actuales deben tener ser  también oídos. De hecho, cuando se llevó a cabo la exposición en el MOCA, muchos artistas y personas se sintieron “respaldados” para realizar estas manifestaciones fuera de los muros del museo. Esto llevó a alzar la voz de protesta de miembros de la policía local, quienes acusaron al museo de ser responsable de despertar actitudes vandálicas.

Los artistas vinculados al street art no siempre coinciden en la pertinencia de su exposición en museos. De una parte porque, como lo explicó Larcher, una de sus primeras funciones es “permitir ver arte, gratuitamente, a toda hora del día y del año, a un gran número de personas”. O, como lo dijo algún artista, crear en los muros una suerte de “museo para la gente pobre”. Entonces, el hecho de exponerlo en una institución formal, implica controvertir la naturaleza del street art  y convertirlo en un arte elitista. De otra parte, una de las particularidades más saltantes del street art es que conlleva la transgresión, cosa que se observa en la elección de los sitios de realización, de su lenguaje, de su paleta cromática, de su manera de realización e, incluso, de su vida efímera, posibilidades que serían eliminadas en el museo. No olvidemos que desde su etimología (sgraffite), el arte urbano conlleva la idea de una agresividad que debe ser traducida como confrontación con el sistema. No obstante, aquellos que ven herida la naturaleza del street art por este hecho, olvidan que el hecho de presentarlo en galerías  y  museos puede ser muy positivo, pues puede ayudar a desacralizar la institución museal, hasta ahora considerada por muchos, como un templo infranqueable.

Fuera de esa posición contraria, un gran número de artistas urbanos han evolucionado hacia una feliz –y provechosa- aceptación de su inclusión no solo en los museos, sino en el mundo del diseño. Por ejemplo, en el caso de la exposición en el MOCA, se presentaron obras de Miss Van [http://www.missvan.com/]. Esta artista francesa ha prestado su arte para la realización de prendas de vestir. Igualmente, en Colombia, la empresa “Vertigo graffitti” trabaja con artistas urbanos para la realización de publicidad para grandes marcas comerciales; y, en Perú, Elliot Túpac presenta sus trabajos en galerías, museos y en la industria de la moda. 
MAC Lima, Foto C.V.P. 2013.

Los museos de arte contemporáneo han sido los primeros en reconocer la dimensión artística de este tipo de producción y han buscado ponerla en valor, exponiéndola en sus salas. Muchas veces, las instituciones se han esforzado, incluso, en reconstruir el espíritu de las calles, con una expografía que simulaba los muros urbanos, para así facilitar la comprensión de este fenómeno cultural, como en el caso de la exposición de la Fondation Cartier, anteriormente evocada. Presentaciones de skaters fueron previstas en el caso de la exposición en el MOCA, buscando inscribir el street art dentro de la cultura del hip hop. Por su parte, la Tate Gallery de Londres, en el 2008 realizó la exposición abarcando muros de edificios,actuando de esta manera, como una suerte de antimuseo. No obstante, la duda que surge para los más comprometidos es si esta suerte de recreación del espacio real donde se produce el arte urbano, no constituye sino una imitación, incluso un pastiche, de este tipo de arte. O, dicho de otra forma, ¿los trabajos de arte urbano presentados en estas exposiciones, no serían más bien trabajos hechos “en el estilo del arte urbano” y no realmente street art?

A manera de conclusión, podemos decir que desde su nacimiento, el street art ha generado diferentes polémicas. Algunos no le atribuyen un status artístico, ya que se opone a la lógica de lo académico. Al contrario, otros defienden su categorización como arte, pero no su entrada en los museos ni en las galerías, pues piensan que esto constituye una suerte de desnaturalización. Como vemos, diferentes opiniones se vierten y estas están influenciadas por la visión que cada persona tenga del arte, del museo y por supuesto, del street art. Contestar la naturaleza artística de un arte que rompe paradigmas no ocurre, de todos modos y por primera vez, con el street art. Recordemos que los impresionistas debieron exponer en un marco paralelo al oficial y esperar su incorporación en esa suerte de “templos”, que eran los museos. Como decía Focillon (1921), los museos deben “correr riesgos en sus compras [para ampliar sus colecciones]” y, evidentemente en la elección de sus exposiciones, pues ello puede ayudar a reconciliar a los diferentes actores –visitantes y artísticas- con el arte “cotidiano”  de su tiempo. Es allí donde todos los útiles que la mediación cultural ofrece son sumamente importantes.

Podemos decir que el mismo hecho de presentarlo en museos, sigue el espíritu transgresor del arte urbano, pues lleva a controvertir algunos conceptos tenidos por el público más tradicional. No obstante, pensamos que, la transgresión hoy en día, no tiene que ir de la mano de la vandalización de monumentos ni de la propiedad privada. Un clima de tolerancia y respeto mutuo, se exige.